Siéntanse libres de comentar, especular o teorizar acerca de la resolución del caso o de la belleza y/o pericia de sus autores intelectuales.

martes, 17 de julio de 2012

Pescao frito un crimen - Capítulo 3 - Broncas y Apuestas


De repente una ronca voz se hizo escuchar
            -¡A ver qué pasa asquí! ¡Que no se mueva naide!- era el agente Peláez, que irrumpía en la zona junto a otros dos policías a sus órdenes.
          -El que faltaba pal duro- dije por lo bajini a Antoñete-. Este tipo no tiene ni idea de las más básicas nociones criminológicas actuales. Se lía fijo.
        -Pero bueno, mira a quién tenemos aquí, si es el Chano, cómo no. ¿Qué? ¿Jugando a los detectives?- me dijo. Yo hice acopio de aplomo y, con la tranquilidad de un pescador de la Alameda le respondí sin aspavientos:
-Pues aquí estamos, agente, investigando un crimen que…


-¡No me toques las narices!- interrumpió Peláez a voz en cuello como un cuartetero en el Falla- ¡Estoy ya harto de tus tonterías! ¡Tiene mandanga tener que aguantarte la misma pamplina una y otra vez! ¡Ni detective ni detectiva! No te podía dar a ti por mirar obras o por ver el programa de Juan Imedio. No, el señorito, desde que se prejubiló de Astilleros no para de leer noveluchas de asesinatos, de ver series y películas de detectives, de creérselo todo y darnos la brasa a los auténticos profesionales. ¡Qué cruz!- dijo el agente dirigiéndose a la gente que nos rodeaba.
-Pero verá, los indicios indican que... aquí hay varias pistas...
-¡Ni pistas ni pistos! Deja de marearme con tus chorradas, Chano, y deja trabajar a los pofesionales o esta noche duermes en el talego.
 Dicho lo cual el agente echó un ligero vistazo al cadáver mientras los otros dos policías impedían que se acercasen los curiosos. Sus  anticuados métodos dejaban mucho que desear.
-Efectivamente, como yo pensaba, ni asesinato ni asesinata- afirmó Peláez mirándome por el rabillo del ojo-. Está claro que aquí lo que ha pasado es que con tanto sol, tanta comilona, el bebercio ingerido y la emoción de ver a las muchachas por la playita, a este tipo le ha dao un tabardillo y se ha quedao en el sitio. Ahora mismo llamo al juez pa que levante el cadáver y ya está el tío en el mancomunao de Chiclana.
-Peláez, es innegable que este hombre ha sido asesinado- dije, sacándole un oooh a los curiosos-. A la hora que es… es  evidente que el sol no ha tenido nada que ver, no le ha dao tiempo.
-Ni asesinato…
-Ni asesinata, sí, sí, si eso ya me lo sé- repuse con firmeza viéndome respaldado por las miradas de todos, que ya se veían venir que, si yo tuviera razón, aquél agente, precisamente aquél, no iba a hacer mucho por resolver el asunto-. A usted lo que le pasa es que… bueno, da igual.
Peláez se puso rojo de furia y dio un paso hacia mí. Los dos agentes dieron un paso atrás.
-No, venga… habla… habla… que tengo yo ganas de que digas algo y…
-Que tiene miedo- dije, ignorando la velada amenaza- a que un prejubilao, como usted dice, resuelva un caso que a usted le viene grande.
Ignoro a día de hoy si Peláez se contuvo porque había mucha gente alrededor
-Tiene narices lo que hay que oír- rió-. ¿Vas a resolver un caso cerrado de muerte natural?
-Asesinato- contesté tocándome la nariz-. Me lo dice mi olfato para los casos.
-¿Y cuánto tiempo tardaría el infaliiiible Chano en resolver el supuesto asesinato?- respondió, pavoneándose delante de la gente.
-Deme siete días. Y le demostraré que tengo razón- afirmé.
-¿Siete días, eh? ¿Y qué gano yo cuando se demuestre, como es evidente, que fue natural?
-Si eso sucediera le prometo ante los presentes que jamás volveré a hacerme el detective.
-Vaya. Ese sería un gran día para todos, ¿eh, chicos?- rió Peláez-. Me gusta. Trato hecho.
-Espere. ¿Y si gano yo?- me aventuré, con una sonrisa de zorro en los labios- Ya sé que eso es imposiiiiible- imité su acento de rata pisada-, pero imagínese que resulta que tengo razón.
-Entonces- Pelaéz se puso serio, se veía que no quería dar aquél paso, pero si no lo hacía quedaría mal ante todo el mundo-, si eso ocurre, te dejaré investigar lo que te de la gana, siempre que no comprometa nuestras propias investigaciones. ¡Hasta te propondré como asesor externo!- irrumpió en un ataque de risa- ¡Esta sí que es buena!
-Trato hecho entonces- dije-. Antoñete, recoge eso que no son pruebas y vámonos.
Y así fue como empezó, estimados lectores, la semana del caso más extraño de mi vida. 

2 comentarios:

  1. Me está gustando mucho la historia del Sherlock de estos lares... Un abrazo, Vórtice.

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  2. Me alegro mucho de que lo estés disfrutando.

    Y que conste que la investigación va a ser una investigación de verdá de la güena. Las pruebas ya están ahí. A ver en qué acaba todo.

    Un abrazo.

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