Era domingo, así que Antoñete no
tenía que abrir el freidor que regentaba y podía dedicarse de pleno a su
ocupación más importante: ser mi ayudante. Nos habíamos levantado muy temprano,
habíamos cogido mi Mobilette y, aún con los primeros rayos del sol veraniego,
nos pusimos en camino para tomar declaración al primer sospechoso.
-Y dígame, señor… Lorenzo- trataba de hacerme oír por encima del petardeo de mi vieja y fiel motocicleta-, ¿qué hacía allí la mañana de autos?
Lorenzo,
el atleta que se encontró el cadáver de Catalino Andrade, nos había dejado
claro que él no podía saltarse su entrenamiento matinal, corriendo a buen ritmo
por el paseo que lleva al castillo de San Sebastián, ni siquiera un domingo. Y,
claro, era lo de ir en la moto a su lado o ponernos a correr con él.
-Aminore
un poco, jefe, que no puedo escribir con tanto traqueteo- decía a mi espalda
Antoñete, esmerado en tomar notas de la entrevista como le había pedido.
-Pues
mire… yo es que, como pue ver, to los días corro- respondió Lorenzo sin perder
el fuelle-. A primera hora, a la fresquita.
-¿Todos
los días?
-Todos.
Haga frío o haga caló. Los trescientos sesenta y cinco días del año.
-A
la fresquita…- repetía Antoñete apoyando la libreta en mi espalda.
-Me
levanto a las sai de la mañana, me tomo los batíos y las vitamina, me pongo mis
tenis de competición con cámara de aire, las carsona o el shánda, depende de la
época y a corré.
-Y
entiendo que llega usted to los días hasta el castillo.
-Y
vuervo, sí señó. Yo sargo de mi casa en San Antonio, llego hasta el castillo, si
hace güeno me pego un chapuzón desde el puente Caná, luego vuervo, llego hasta
Puntale y de ahí de vuerta a casa a tomarme unas vitamina, y me veo el vídeo de
“en forma con Jane Fonda”.
-¡Qué barbaridá!¿Y no se cansa
usté??
-Calle,
calle, Antoñete, no me distraiga al testigo con preguntas tontas y deje que
siga mi método interrogativo... Entiendo- dije dirigiéndome ya al atleta
mientras esquivaba un socavón y recibía los improperios de un peatón por mi
arriesgada conducción-. ¿Y esa mañana se encontró al Catalino listo de papele
cuando volvía?
-Asín
es, de repente estaba ahí, y encima muerto, no veas qué susto.
-Pero antes
de nada, dígame, qué relación tenía usté con el finado?
-Pos yo diría
que nuestra relación fue más bien chocante- respondió el tal Lorenzo mientras
miraba el podómetro de su muñeca.
-Explíquese,
amigo deportista ¿cómo que chocante?¿es que quizá se llevaban ustedes mal?- inquirí,
guiado por la primera sospecha que captó mi olfato de sabueso.
-Que
va, que va, no nos llevábamos ni bien ni mal, no le conocía de ná. Digo lo de
chocante porque lo que ocurrió es que, iba yo corriendo tan tranquilamente,
tropecé con un rastrillo que había por allí, me pegué un pellejaso del quince y
me choqué con él.
-Pellejazo
del 15, tomo nota- repitió Antoñete tras de mí como un eco.
-¿Y
está usté seguro de que ese “choque” fue accidental?- pregunté con el ceño
fruncido y los ojos entornados como un chino deslumbrado.
-Por
los tenis de Fermín Cacho le prometo yo que sí, que ni le había visto ni ná,
simplemente estaba ahí de repente y no pude evitar el toquetaso.
-Pero
cómo pudo usté no verlo, si el tipo era bastante visible
-Home,
es que yo iba a lo mío y no me di cuenta...- dijo con tono evasivo.
-¿Pero
cómo pudo no darse cuenta?- insistí tratando de sonsacarle la información- ¡Si
estaba prácticamente en su trayectoria!¡Explíquese!
-Enga,
vale, te lo vi a decí. La verdad es que no le vi porque estaba distraío. Desde
la curva aquella no podía concentrarme en mi recorrío, la verdá.
-Por
la lupa de Sherlock, hay que sacarle a usté la información con un sacacorchos,
¿por qué demonios se distrajo?
-Pues...pues...por
las dos pibas que llevan poniéndose ahí unos días, que están más güenas que el
pan, y justo en ese momento en que yo paso coincide que es cuando se ponen en toples
y encima se juntan cremita una a la otra ¡Ay omá!
Era elemental que esos cuatro elementos probatorios iban a volver a aparecer en la investigación.
ResponderEliminarclaro, y...¿qué ocurrirá con esos cuatro elementos?
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