-Aquí estamos, Antoñete, de
nuevo en la Caleta, a ver si las marías de la Asociación del barrio saben algo…
¿Antoñete? ¿No me oye?- dije al ver que no reaccionaba.
-Uy, perdone, que estoy con los
cascos escuchando musiquilla y se me ha ido el santo al cielo. Sí, entrevistar
a las marías del barrio, ya estamos llegando, tomo nota de todo lo que digan.
-Eso,
Antoñete, no se me distraiga ahora, que falta poco para resolver el caso- dije mientras
nos acercábamos al grupo de mujeres-. Señoras, soy Chano, detective Gaditano, y
vengo a hacerles unas preguntas referentes al crimen que ya saben.
Las
mujeres, que estaban jugando al bingo rodeadas de algunos niños empezaron
inmediatamente a hablar sin necesidad de que les hiciese pregunta alguna:
-Uy, sí, el asesinato, qué cosa
más rara, con lo tranquilita que es esta playa. ¡Borja, como te ajogues te mato!
¡Las dos horas de la digestión!
-Aro, pero
nunca se sabe cuándo puede pasá algo raro en verdá, y cualquiera sabe quién
habrá hesho, con to los majarone que tiene que habé por ahí. ¡Niña, pásame el
cocacola lai! Joé, na má que me falta un numerito pa hacé línea.
-Y que en
verdá el Catavino le caía malamente a tó el mundo, que era un esaborío y un sieso. Ira, iba al mismo
bar tó los sábado, pedía pescaito frito y, cuando se lo traían, siempre le
echaba la bulla al camarero. ¿Qué esto es
pescao frito? ¿Pescao frito? ¡Pescao frito un crimen!, disía. Siempre iguá,
pa echarlo, y la mujé con la cara colorá.
-Bueno,
señoras, pero háganme caso, que el método es el método- dije tratando de
reconducir la situación para poder preguntar algo.
-Uy sí,
perdone, señor detertive, qué mala educación ¿Quiere usté algo de comé? Tenemos
aquí en los tapergüé tortillita de patatas, cazoncito en adobo, filete empanáo,
menudo, piriñaca y papas aliñás- enumeró desplegando diversos tapers como si de
naipes se tratase-; de postrecito tenemos melón. Y de bebé na más que cocacola
lai, que hay que guardá la línea.
-No, muchas
gracias, no sería correcto interrogarlas con la boca llena- rechacé-. Así que
pensaban que era un sieso y que su mujer no se lo merecía, ¿no?
-Po sí-
respondió una de ellas al tiempo que a voz en grito se volvía hacia el agua-.
¡Pepi! ¡Que no le haga ajogailla a tu hermana!- volvió a mí-. A vé, un tío como
ese, que le tiraba a los palomo, que era un pejiguera, tor día de mala leche… a
la hija le hasía la vida imposible también. Que no la dejaba de viví. Y la
mujé… ¡una santa!
-Pero
santa- intervino otra-. Que lo quería, joé, por mucho que fuera un shufla.
¡Borja! ¡Te vi a tirá desde aquí con la chancla y va a llorá pero con rasón!
Mire, detertive, yo los conozco a los do de to la vida y sé lo que me digo. Que
él tenía un pronto mu suyo.
-Y tanto,
yo me acuerdo en la comunión de mi Raulito, la que lió, que no dejó títere con
cabesa. Que se pasó con er rioja y nos puso la cara colorá a tos, y a la mujé
la primera.
-Iguá que
en to los saraos- dijo otra poniéndole la mano en el hombro a la que había
hablado, para tranquilizarla-. Me acuerdo yo de una boda que también dejó en
ridículo a tol mundo.
-Pero vamo,
que yo estoy con el pulisía, detertive. Que no sé yo mu bien a qué viene hablá
de crimene. Nosotra llegamo mu tempranito y no vimo na raro.
-Dice que
llegaron temprano. ¿Catalino ya estaba aquí o llegó después?
-Estaba ya
ahí- intervino otra-. Lo que pasa es que cuando había barbacoa de Carranza el
gachón empalmaba, er muy tajarina. Como tenía que cogé sitio pa la familia…
-Y pa vé
las gachí en cuero, vaya- dijo otra-. Se pasaba la noche de cachondeo y cuando
ya no podía má colocaba la sombrilla y la mesita y dormía la mona hasta por la
mañanita.
-Vamo, que
le pudo da un coma elítico de eso por la noche y quearse ahí.
-Ya. Claro-
dije-. Bueno, han sido de gran ayuda. Antoñete, aquí hemos terminado, vamos a
casa. Ya se han acabado los sospechosos.
-Vaya con
Dió- nos dijeron mientras nos alejábamos-. Cogé por la sombrita.
-Diario de
Chano- dije, y Antoñete cogió raudo la libreta-. Las bingueras parecen tan
culpables como el resto de los sospechosos. Es decir, motivos tenían, como
todos, pero tampoco demasiados. Oír a esas cinco mujeres hablando a la vez me
ha recordao a los corifeos griegos.
-¿Corifeo
que é lo que é, jefe?
-Usted a
escribir y a callar. Ahora vamos a tomar un cafelito que esta va a ser una
noche larga atando cabos y repasando pruebas. Mañana es nuestra cita con
Peláez. La suerte está echada.
Y a mí que estas marías y los gritos a sus hijos en la playa me resultan familiares, oye...
ResponderEliminar