Antoñete y yo
llegamos a la Zona Franca. no nos fue fácil seguir las indicaciones que nos
había dado el Tripi pero por fin dimos con el local de ensayo. Era una especie
de garaje sin ventilación, con bastante polvo y litronas vacías acumuladas por
el suelo, colillas y algún paquete de patatas. En las paredes había posters que
contrastaban bastante, estéticamente hablando: algunos de tipos feos con cara
de enfado posando desafiantes y otros que retrataban a esculturales mujeres con
muy poca ropa e insinuantes gestos (sospecho que Antoñete prefería este segundo
tipo).
Cuando
llegamos, nuestro potencial interrogado y los suyos, el grupo Pan Duro, estaban concentrados en tocar
y no se percataron de nuestra presencia. Ahí estaban los cuatro, sudando y
derrochando energía tocando a un volumen apabullante. El guitarrista lucía una
larga melena hasta la cintura y una guitarra incendiada tatuada en el pecho. El
batería era un tipo fornido con la cabeza rapada y pantalones cortos de
camuflaje; el bajista (único con la camiseta puesta) era un muchacho normal con
gafas que hacía menos aspavientos que el resto de sus compañeros. Por su parte,
el Tripi, alto y delgado pero con barriga cervecera, llevaba el mismo bañador
que la mañana de autos además de sus botas de cowboy.
La
música que tocaban me resultaba familiar, prestando atención pude escuchar la
letra que cantaban “Mucha atensión señores que ahora vamos a contar…”. En un momento
dado, el Tripi se llevó a la boca un pito de caña con un cable conectado y un
montón de zarandajas y adminículos aplicados que empezó a emitir un sonido
electrizante, hasta que algo falló y comenzó a imprecar:
-¡Cagoentó,
no sé qué tiene mal el cacharro este, joé!
Justo
en ese momento se percataron de nuestra presencia, así que me hice notar:
-Muy
buenas, venimos a investigar, pero ¿no hace un poco de calor aquí? ¿No podrían
encender el aire acondicionado?
Los
músicos empezaron a reírse a carcajadas, y uno de ellos dijo:
-Jajajaja…
¿Aire acondicionado? ¿Pero tú que te crees que somos, rockeros o cantautores?
Siguieron
con las carcajadas y nos ofrecieron una cerveza como único método para mitigar
el sofoco. Una vez que las carcajadas remitieron, traté de medir más mis
palabras y tomar las riendas del asunto antes de que se acabase el capítulo.
-Bueno,
Tripi, pongámonos serios, que aquí hay un crimen por resolver y cada minuto
cuenta. Dígame cual era su relación con el finado.
-¿Con
el Catavino? Ese tío era un sieso. Por su culpa aún no hemos triunfao en el
mundo del rocanró, ¿á te digo? Que no
paraba de dar por saco el nota- hice un gesto para que siguiera-. Po ira, era
el dueño de este local, y no paraba de ponernos pega y subirnos el precio del
alquiler, ¿á te digo? Y aro, ahora estábamos en un momento puntero; con la
colaboración del inventor Wencesláo Treviño, estamos desarrollando el prototipo
del primer pito de caña eléctrico, inalámbrico y cuántico. ¡Y con pedal de
distorsión! Un bastinazo con el que seguro que la vamos a liar. Pero nos hace
falta invertir en materiales y nosequé microchí, y con esto de la subida del alquiler no nos
llega el presupuesto, porque además queremos grabar un disco doble que va a
dejar a to el mundo loco, ¿á te digo? Un cd va a ser una adaptación rockera del
popurrí de los cruzados mágicos (eso no lo ha hecho nadie, tío), y el otro va a
ser más cañero, con una ópera rock sobre Fermín Salvochea que se va a cagar la
perra. Si es que tal y como está el mundo hoy día nos haría falta más de un
Fermín, imagínate, qué peaso de ejemplo revolucionario, quillo.
-Ajá,
estaba usted muy enfadado con la víctima, entiendo. ¿Y qué me dice el día del
crimen?
-Amo
a vé. Tesplico. Yo entiendo que me tenga por sospechoso, porque yo estaba allí.
Pero, escusha, como si no estuviera. Que por la noche me había puesto siego de
to lo que pude y por la mañana no era persona ni na, ¿á te digo? A mí me
dispertó el gachón ese pegando chillío. Yo ni macuerdo de cómo llegué a ese lao
de la playa- dijo, y de pronto recordó algo-. Pero escusha, que yo macuerdo
ahora mismo que por la noche vi yo ar Catavino charlando con er que era er
novio de su hija, uno que sale en comparsa. ¿Han hablao con é? Porque ensaya
aquí al lao, ¿á te digo?
-Entiendo-
vi a Antoñete tomar nota-. Y, oiga, señor Tripi, ¿eso de… Catavino?
-Que
le gustaba musho el pirriaque. Tor mundo se lo disía- respondió.
-Y
ya que estamos, ¿por qué le llaman a usted “Tripi”? ¿Es por afición a algún alucinógeno?
-Qué
va, es por esta barriguita que tantas cervezas me ha costado tener. Por cierto
¿te cuento la vez que me crucé con el Lemmy de los Motorjed por la Punta?
Esos tíos van a llegar muy lejos en el mundo de la música. Parecen tener todas las buenas ideas posibles.
ResponderEliminar